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viernes, 31 de agosto de 2018

Bonitos poemas de © Elsa Isabel Bornemann

SE MATÓ UN TOMATE


¡Ay! ¡Qué disparate!
¡Se mató un Tomate!
¿Quieren que les cuente?

Se arrojó en la fuente
sobre la ensalada
recién preparada.

Su rojo vestido
todo descosido,
cayó haciendo arrugas
al mar de lechugas.

Su amigo Zapallo
corrió como un rayo
pidiendo de urgencia
por una asistencia.

Vino el doctor Ajo
y remedios trajo.
llamó a la carrera
a Sal, la enfermera.

Después de sacarlo
quisieron salvarlo
pero no hubo caso:
¡estaba en pedazos!

Preparó el entierro
la agencia «Los Puerros».
Y fue mucha gente...
¿Quieren que les cuente?

Llegó muy doliente
Papa, el presidente
del Club de Verduras,
para dar lectura
de un «Verso al Tomate»
(otro disparate)
mientras, de perfil,
el gran Perejil
hablaba bajito
con un Rabanito.

También el Laurel
(de luna de miel
con Doña Nabiza)
regresó de prisa
en su nuevo yate
por ver al Tomate.

Acaba la historia:
ocho Zanahorias
y un Alcaucil viejo
formaron cortejo
con diez Berenjenas
de verdes melenas,
sobre una carroza
bordada con rosas.

Choclos musiqueros
con negros sombreros
tocaron violines
quenas y flautines,
y dos Ajíes sordos
y Espárragos gordos
con negras camisas,
cantaron la misa.

El diario Espinaca
la noticia saca:
«Hoy, ¡qué disparate!
¡se mató un Tomate!»

Al leer, la Cebolla
lloraba en su olla.
Una Remolacha
se puso borracha.
-¡Me importa un comino!
dijo Don Pepino...
y no habló la Acelga
(estaba de huelga).

EL HUMO

El humo
de las chimeneas
se va de viaje
y por eso se pone
su mejor traje.

Para
no perderse
deja sus huellas
por toda
la escalera
de las estrellas.

CUÉNTICO BÓBICO PARA UNA NÉNICA ABURRÍDICA

Una mañánica
de primavérica
hallé una láuchica
en la verédica.
Era muy rárica:
con dos mil rúlicos
sobre la cárica,
según calcúlico.
En su cartérica
guardaba heládico
de rica crémica
y chocolático.
Jugó a la abuélica,
también al ránguico,
pisa pisuélica
y bailó un tánguico.
Y muy ligérico
se fue en un cárrico
con su cochérico
y sus cabállicos.
No, no es mentírica
—cara de tórtica—
¿No crees nádica?
¡Pues no me impórtica!

CUANDO YO CIERRO LOS OJOS

Cuando yo cierro los ojos...
¿Qué sucede?
¿Quedan quietas las paredes?
¿No se mueven?

¿Dónde va la luz que estaba
yo mirando?
¿Se mete por mis bolsillos
disparando?

¿Dónde va toda mi casa
si me duermo?
¿Sigue igual o no?
¿Qué pasa? No me acuerdo...

¿Cuando yo cierro los ojos,
qué sucede?
¿Pueden quedarse las cosas...?
¿Dime, pueden?

CASITA DE PAPEL

La casita de los versos
es de papel y chiquita,
pero allí cabe de todo
lo que uno necesita
en sus siete habitaciones
con sus siete ventanitas:
En una hay sueños violetas,
hay en la otra, sonrisas;
en la tercera, un gigante
bien dibujado con tiza
que guarda hermosas palabras
debajo de la camisa...
En la cuarta habitación
un cofre con musiquitas;
en la quinta, dos espejos
para ver cosas bonitas...
(por uno se ven los pájaros
y por el otro, estrellitas...).
En la sexta habitación
cubre paredes y suelo,
un jardín de tulipanes
con césped de terciopelo
y escalera-caracol
para ir a bailar al cielo.
En la séptima hay dos lunas
en el fondo de un baúl:
una huele a azúcar tibia,
la otra a perfume azul...
una usa hebillas de oro,
la otra moños de tul.
¡Ay! ¡Qué casa primorosa,
de papel y tan chiquita!
pero... ¿han visto?, cabe todo
lo que uno necesita
en sus siete habitaciones
con sus siete ventanitas.

POEMA DEL ENAMORADO DE LA MAESTRA


Usted jamás va a saberlo
y es apenas una frase:
¿Cómo escribir que la quiero
en el cuaderno de clase?

Usted nunca va a enterarse.
Es ancha esta pena mía…
¿Cómo contarle mi amor
con faltas de ortografía?

Usted pondrá «insuficiente»
a su alumno enamorado,
pues por volverla a tener
voy a repetir el grado.

CANCIÓN CON SARAMPIÓN

¡Ay! ¡Qué desesperación!
¡Mi pulpo con sarampión!
Sus tentáculos rosados
aparecieron punteados
con manchitas coloradas,
circulares y ovaladas.
Lo encontré muy afiebrado,
inmóvil y acurrucado
en una esquina del mar.
Llamé urgente al Calamar
por teléfono marino,
pues es el doctor más fino
inteligente y capaz
que se haya visto jamás.
Tan pronto el doctor llegó,
a mi pulpo revisó.
Lo puso en una pecera,
lo acomodó en la heladera,
hasta que, en un ratito,
la fiebre se hizo cubitos.
Entonces, lo retiró
y en su cuna lo abrigó
mientras que —con una aleta—
escribía la receta:
"Comprimidos de corvina
e inyecciones de sardina
y para el fuerte catarro
unos fomentos de barro".
Ha pasado una semana
y ya mi pulpo se sana
mas —¡oh, desgracia espantosa!—
su enfermedad contagiosa
se ha transmitido en el mar
y ahora puedo observar
los cangrejos con puntitos,
afiebrados cornalitos,
la ballena acatarrada
y las langostas manchadas.

PUENTES

Yo dibujo puentes
para que me encuentres:
Un puente de tela,
con mis acuarelas...

Un puente colgante,
con tiza brillante...
Puentes de madera,
con lápiz de cera...

Puentes levadizos,
plateados, cobrizos..
Puentes irrompibles,
de piedra, invisibles...

Y tú...¡Quién creyera!
¡No los ves siquiera!
Hago cien, diez, uno...
¡No cruzas ninguno!

¿DÓNDE, DÓNDE?


Dónde dónde
¿Dónde van las mariposas,
dónde van?
¿Las libélulas danzantes,
dónde están?
¿Y esa langosta acróbata
del jardín,
dónde se oculta con su hijo
saltarín?
¿Dónde se esconden mis bichos
cuando llueve?
¿Puede alguien responderme?,
¿alguien puede?
¿Y el torito, a su bonete
de arlequín
lo resguarda como el grillo
a su violín?
Quizá tengan ya las caras
tan mojadas...
y antenas, alitas, patas
empapadas...
Ah... ¡Que el sol ponga ya en marcha
su gran fragua!
Mis bichos no tienen botas
ni paraguas...

Elsa Isabel Bornemann nació en Buenos Aires (Argentina) en 1952. Es licenciada en Letras por la Universidad Nacional de Buenos Aires y ha dedicado la mayor parte de su obra a la Literatura infantil y juvenil (cuentos, poesías, novelas y piezas teatrales).

miércoles, 23 de diciembre de 2015

Había una vez un reno







Había una vez un reno, en un solitario y nevado terreno

Buscando paja y un poco de heno.
Estaba muy solito el pobrecito
y su barriga rugía como un leoncito.

Había caminado por horas y horas
Sin notar que ya había despuntado la aurora
De pronto a lo lejos observa el reno una baya roja
¡Se ve tan jugosa, muy apetitosa!

¡Corre el reno! ¡corre veloz!
No sea que le quite la baya un ave atroz
Llega saltando de contento el reno, casi feroz
Para devorar su merecido almuerzo
Pero ¡oh sorpresa!
La baya roja no es una baya ¡sino una nariz!

¡OUCH! Se oye una voz decir.
¡Hey amigo me vas a dejar una cicatriz!
Nuestro reno se asusta y huye como una perdiz
Pero se da cuenta de que la mordida nariz pertenece a otro reno
Uno muy dulce, tierno y feliz.

Me llamo Rodolfo, dice el reno de la nariz roja
Mientras come unas jugosas hojas
¡eres muy rápido amigo!
Casi tanto como un haz de luz
Nosotros somos ocho renos, pertenecemos todos a Santa Claus
Pero nos hace falta otro reno …
Uno que sea el noveno.

¿Y qué hacen los renos de Santa Claus? -Dice curioso nuestro reno-
¡Ah! ¡llevamos por el mundo su trineo!
Va cargado de regalos para los niños amables y buenos
Les dejamos sus regalos en la víspera de Navidad
Para que por la mañana estén llenos de felicidad.

¡Qué bonito debe ser recorrer el mundo, regalando sonrisas
en una noche mágica llena de risas!
¡Qué bonito debe ser surcar el cielo con otros renos!
¡si, si quiero ser el noveno reno!

Y así se reunieron en una nevada mañana los nueve hermosos renos.
Los renos mágicos de Santa Claus.
Allí estaban Acróbata, Bailarín, Bromista, Relámpago, Alegre, Trueno, Cupido, Rodolfo y por fin el tan esperado noveno reno que llamaron Cometa

Y Cometa ya no estaba solito, ni pobrecito
Ni su barriga rugía como un leoncito
Pues en los establos del mágico pueblo navideño de Santa Claus
Había muchas bayas rojas, bien jugosas y apetitosas.
También había fresco y suave heno
Y a veces hasta caramelos.

Aquella Navidad se vio a los nueve fabulosos renos surcar el cielo
Con todo y trineo
Mientras Santa se reía a todo lo que le daba su barriga
¡jo, jo, jo, jo! Se escuchaba ¡paz en la tierra a los hombres, a los niños y a los renos de buena voluntad!

Fin Por 

Una navidad en el bosque

navidad



Érase una vez un bonito pueblo en medio de un frondoso y colorido bosque habitado por unos alegres animales. Cada año, con la caída de las primeras nieves y la llegada de las estrellas de luz, se reunían en torno al Gran Árbol para preparar la Navidad y conocer una de las noticias más esperadas de la temporada: el nombre del ganador del concurso de teatro, que se encargaría de dirigir la función de Nochebuena.

En aquella época, todas las actividades que realizaban tenían como objetivo la convivencia, el fomento de la amistad y la diversión. La exhibición de cocina, organizada por la Señora Ardilla, hacía las delicias de los más comilones, pues los platos presentados eran degustados al finalizar la competición. Los más pequeños participaban en la tradicional Carrera de Hielo, que tenía lugar en el lago helado y acudían cada tarde a los ensayos de la Señorita Ciervo, la directora del coro que alegraba con sus villancicos todos los rincones del bosque. Y, por supuesto, estaba la mejor noche de todas: la Nochebuena, en la que se representaba la obra ganadora, que seimpre tenía como tema central la amistad.

Cada año, el Señor Búho, como director de la escuela de teatro, seleccionaba una pieza de entre todas las que enviaban los animales aspirantes a ser los elegidos para llenar de paz los corazones de los habitantes del bosque, pero ese año…

-Bienvenidos todos a la reunión preparatoria de la Navidad –dijo el Señor Búho posado en la rama más robusta del Gran Árbol. Este año, la elección de la obra ha estado muy reñida porque todas las propuestas eran de gran calidad, pero había que elegir un ganador. Así que sin más dilación demos un aplauso al Sr. Conejo, autor de la obra Salvemos el bosque, que podremos ver en Nochebuena.

-Gracias, gracias, es un honor para mí –exclamaba Conejo entre vítores y aplausos.

-Bien, pues ya sabéis que mañana a las diez darán comienzo las pruebas de selección de actores. Rogamos puntualidad a los interesados –concluyó el Sr. Búho.

Al día siguiente, a la hora convenida, había una considerable cola a la entrada del teatro. Al ser un musical, las pruebas se centraron en las habilidades de canto y baile, pues eran requisitos imprescindibles. La obra contaba la trama de un guardabosque que debía salvar la flora de un malvado leñador, obsesionado con cortar un árbol milenario y arrasar todo lo que se pusiera en su camino. En su lucha por preservar el entorno natural, el guardabosque contaba con la inestimable ayuda de sus fieles amigas, un girasol y un lirio que ponían su astucia al servicio de la noble causa.

Tras varias horas, los papeles quedaron repartidos de la siguiente manera: el Sr.Oso haría de guardabosque, Castor sería el vil leñador, la Sra. Pata representaría al girasol y la Sra. Lince, al lirio.

Al principio todo marchaba estupendamente, los actores estaban contentos con sus papeles y trabajaban duro para perfeccionar sus actuaciones, dejándose la piel en escena, hasta que hizo su aparición el peor y más temido de los fantasmas: la envidia.

-No sé Conejo, creo que Castor tendría que tener un poco más de protagonismo. El papel del leñador está lleno de matices y podríamos crear unos espectaculares efectos especiales que dejarían al público boquiabierto –dijo el Sr. Búho en uno de los ensayos.

-Sí Búho, puede que tengas razón y deba retocar el texto para darle más peso a Castor y proyectar toda la fuerza del personaje. Podemos hacer un juego de luces y sombras cada vez que aparezca y realzar su papel.

Ante estas palabras Castor se puso muy contento, pues estaba muy ilusionado con la obra, pero Oso no lo vio con los mismos ojos. Si a Castor le daban más protagonismo, eso significaba que él dejaría de ser el protagonista absoluto y eso no le gustó nada. Es más, pensó que Búho y Castor lo estaban haciendo a propósito.

El ensayo del día siguiente fue un caos. En lugar de avanzar, daban pasos hacia atrás. Oso no colaboraba y Castor, que se había dado cuenta de lo que estaba pasando y de que Oso quería boicotear su actuación, estuvo muy arisco.

Por si fuera poco, el vestuario también había sido fuente de conflictos entre las chicas. La Sra. Pata consideraba que el vestido de la Sra. Lince era más llamativo y que debían haberlo echado a suertes.

-No entiendo por qué el traje del lirio tiene que ser más bonito que el del girasol. ¿Quién ha elegido el vestuario? No estoy de acuerdo –chillaba Pata.

La tensión en el escenario se podía cortar y desastre no se hizo esperar. Así, durante el ensayo de la escena final, que reunía a todos los actores en el escenario para interpretar el número final, comenzaron a empujarse unos a otros con tal brío que parte del decorado se rompió y el árbol se vino abajo.

-Orden, orden, pero bueno ¿qué pasa? –preguntó Conejo encolerizado. Habéis echado a perder el trabajo de varios días y de todos los que han colaborado en la puesta en escena. Quedan sólo dos días para Nochebuena, pero si tuviéramos más tiempo os echaría a todos de la obra. Se acabó el ensayo por hoy. Fuera todos de mi vista.

Conejo estaba rabioso, no entendía nada. Pero ¿cómo podían pelearse por una cosa así? Era Navidad, había que estar alegre y demostrar que eran amigos.

Al día siguiente los habitantes se despertaron siendo testigos de un acontecimiento terrible: la nieve había desaparecido y las estrellas de luz se habían apagado. ¿Cómo era posible? Asustados, los animales se congregaron alrededor del Gran Árbol, en busca del sabio consejo del Sr. Búho.

-Queridos habitantes del bosque, el espíritu de la Navidad se ha ido –sentenció Búho.

-¿Y cómo podemos hacer que vuelva? –preguntó asustada la Sra. Ardilla.

-Oh, no, nos vamos a quedar sin Navidad –sollozó un lobezno.

-Hoy es un día muy triste para nuestro bosque. La envidia ha desatado unas reacciones negativas en cadena. La nieve se ha derretido, las estrellas han dejado de lucir y la obra de teatro peligra –advirtió Búho.
Oso estaba escuchando tras un arbusto y tenía miedo a salir porque sabía que era el desencadenante de la situación, pero había que ser valiente y afrontar las consecuencias de los propios actos, así que se decidió a salir, aunque tímidamente.

-Eh, amigo, lo siento mucho. Estoy arrepentido de mi comportamiento. Si hay algún culpable, ése soy yo. Me cegó la envidia. ¿Qué puedo hacer para enmendar mi error?

-No, no tienes por qué cargar con las culpas tú sólo, yo también he contribuido con mi mala conducta. Si sirve de algo yo también lo siento. No quería que pasara esto –se lamentó Castor.

La Sra. Lince se acercó a la Sra. Pata, que estaba con sus patitos muy cerca de ella, y le dijo:

-Si te hace ilusión, te cambio el vestido, me importa más tu amistad que un trozo de tela. Somos amigas y nuestros pequeños juegan juntos –exclamó la Sra. Lince dándole un abrazo a la Sra. Pata.

-¡Mirad, está nevando! –gritó con entusiasmo una voz.

-Sí y parece que en el cielo brillan de nuevo las estrellas. El espíritu de la Navidad ha vuelto –se oyó.

Ese año, la Navidad se vivió con mucha más intensidad en el bosque, al fin y al cabo estuvieron a punto de perderla para siempre. Pero habían aprendido la lección y ahora sabían que la envidia cegaba y tenía unos efectos muy negativos que no se podían controlar.

Los animales habían ahuyentado la Navidad con su conducta, aunque en ellos mismos residía también el poder de resucitar su alma. Así que para que no se les olvidara nunca aquel susto y a partir de ahora prestaran atención a sus comportamientos con los demás, construyeron un gran cartel de madera que colgaron de una de las ramas del Gran Árbol, en el que se podía leer la siguiente inscripción:

«El tesoro más valioso que posees es la amistad, cuídalo todos los días y crecerá».

Fin

Por Helena López C.

Un reno ruidoso

– Buenas noches amiguitos. Descansen bien, mañana será una jornada muy larga – Dijo Papá Noel a sus fieles renos.

Acarició a cada uno su hocico y se fue a dormir

Era la víspera de la víspera de Navidad y los renos tenían que descansar y mucho.
Que duerman bien compañeros – Dijo Blitzen.
Un reno ruidoso– Eso espero, últimamente tengo el sueño liviano – contestó Cupido.


– ¿Probaste con te de tilo? – preguntó Rodolfo, pero ya nadie contestó, todos los renos dormían plácidamente o no tanto…

SONIDO DE RONQUIDO (era Cometa)

– Pero ¿Qué es ese ruido? ¿Quién está serruchando a esta hora de la madrugada? –preguntó molesto Cupido.
– ¿Quién serrucha qué cosa a qué hora? – pregunto más dormido que despierto Cometa.
– Tu que no paras de roncar –Contestaron casi a coro Blitzen, Dancer y Rodolfo.
– ¿Qué yo quéeeeeeeeeee? – preguntó incrédulo Cometa.
– Que estás roncando amigo –Contestó Donner.
– ¡Entonces no era yo el del sueño liviano, eras tu que no me dejabas dormir con tus ronquidos!
– No lo hago a propósito, ni siquiera me doy cuenta –respondió Cometa molesto.
– Bueno muchachos, no hay tiempo para pelear, busquemos la solución – intervino Blitzen
– ¿Y si pruebas respirar por la boca?
Todos los renos se dispusieron a dormir y si bien Cometa hizo lo que su amigo le había sugerido, el resultado fue peor. El sonido se escuchaba aún más. No sólo Cupido, sino todos los renos despertaron.
– ¡Es insoportable! ¡Tienes una orquesta en ese hocico! – Se quejó Cupido.
– ¡Te dije que no lo hago a propósito! No lo puedo evitar, tendrás que ponerte tapones en los oídos si tanto te molesta – Contestó Cometa.
– Duerme entonces con el hocico para abajo, mételo en la nieve y que ella se quede con tu ronquido.
No solamente el ruido continuó, sino que la respiración de Cometa hizo volar nieve por todos lados.
-¿Y si pruebas con ….? –Comenzó a decir Blitzen, cuando fue interrumpido por Donner.
-Basta de pruebas, este pobre reno tiene el hocico tapado, por eso ronca.
– ¿Ven, ven? Ya decía yo que no era culpa mía, menos mal que Donner me entiende ¡venga un abrazo amigo! –Dijo contento Cometa.
– Mejor dejemos el abrazo para cuando tu resfrío pase, deberemos buscar una medicina.
-¿Remedios? ¿Tal vez una inyección? ¿Un jarabe? ¡Nada de eso! Yo me quedo con mi hocico tapado y listo –Vociferó temeroso Cometa.
-Y entonces nadie podrá dormir por tus ronquidos. Mañana debemos conducir el trineo y para eso, debemos estar descansados –Le contestó Donner.
-Voy por la medicina, vuelvo enseguida –Dijo Cupìdo y se fue.
Volvió con un frasquito pequeño de gotas para la nariz.
-Estaba en el botiquín de Papá Noel, esto te va a servir.
-¿Dolerá? –Preguntó Cometa.
-¡Qué reno flojo habías resultado! –Río Blitzer- Mira amigo, tú no tienes la culpa de tener el hocico tapado, pero tus ronquidos no dejan descansar a nadie.
– ¿Y si me ahogo? – Volvió a preguntar temeroso Cometa.
– Puede ser que no te resulte agradable, pero tu responsabilidad es mejorarte, por ti, por todos que debemos descansar y por los niños que deben recibir sus regalos mañana – Dijo suavemente Donner.
– Bueno pero que sea despacito ¿Si? –Suplicó el pobre reno.
– ¿Cuántas gotas habrá que poner? –Preguntó Blitzen.
-¡Con semejante hocico, yo pondría todo el frasco! –Respondió Donner y comenzó a colocar las gotas en el hocico de su amigo.
– ¿Teeeerminoooooooooo? ¿Yaaaaaaaaaa estaaaaaaaaaaaaá? –tartamudeaba Cometa.
– Listo amigo, como nuevo –Respondió Donner – Ahora a dormir todos.
– Me desvelé ¿Alguien me podría cantar una canción de cuna? –Preguntó Cometa.
Se escucha cantar con mucho desgano: -“Duerme Cometa, duérmete ya que vendrá Santa y se enojará”
Finalmente y gracias a las salvadoras gotas para la nariz, los renos pudieron dormir. Llegó la mañana y con ella una lección aprendida. Algunas veces podemos hacer cosas que, sin intención, molestan a otros.
Si comprendemos y buscamos la solución sin enojarnos, sin dudas encontraremos mucho más que un sueño reparador.
Sólo por las dudas, esta vez en el trineo, además de regalos y mucho amor, viajaron algunos frasquitos de gotas para la nariz.


Fin


Un reno ruidoso. Liana Castello, escritora argentina. Cuento de Navidad para Niños

viernes, 7 de agosto de 2015

Noches de reyes a saltos

El sapo andaba atareado y nervioso, revolviendo entre los yuyos y juntando cosas. No tenía tiempo casi ni para saludar.

-Esta noche vienen, ¿eh, don Sapo? -preguntó el coatí.

-Ay, don Sapo, no veo la hora de que lleguen -dijo la paloma.

-No sé si voy a poder dormir esta noche -dijo la iguana.

-Bah -dijo la lechuza-, ése es un sapo mentiroso. Seguro que les anduvo contando el cuento de los Reyes Magos.

-Don Sapo nos dijo que esta noche van a venir con regalos- contestaron el coatí y la paloma.

-¿Sí?- dijo la lechuza-, y también les habrá dicho que vendrán montados en camellos. ¿Me quieren explicar cómo hacen los camellos para cruzar el mar? ¿A que eso no les dijo?

-Claro que sí. Nos contó que había sido un problema, y por eso ahora vienen montados en sapos, que sí saben cruzar el mar. A saltos, claro.

-¿Y para cruzar las montañas? ¿Los sapos saben cruzar las montañas? ¿A que eso no les dijo?

-Sí nos dijo, sí nos dijo. Andan todo el día a los saltos para practicar el cruce de las montañas. Ésa es la forma de cruzarlas, a saltos.

-Bah- dijo la lechuza-, ése sapo es un mentiroso. ¡Miren si los Reyes Magos van a cambiar los camellos por sapos! ¿Alguien los ha visto montados en sapos? ¿A que eso no les dijo?

-Sí nos dijo, claro que sí. Nadie los vio porque los sapos no hacen ruido al saltar y llegan despacito cuando todos están dormidos. Los camellos hacen mucho ruido.

-Bah -dijo la lechuza-, se van a quedar con las ganas porque esta noche no va a venir nadie.

En la noche brillaba una luna redonda y blanca. El coatí, la paloma, el quirquincho y mil animales más daban vueltas sin poderse dormir. Al final, como sin darse cuenta, se durmieron más temprano que nunca. Sólo quedó despierto el canto de las ranas.

Aquel 6 de enero todos se despertaron muy temprano.

-¡Vinieron los Reyes! ¡Vinieron los Reyes!- gritaban picos y hocicos.

Al lado de cada uno había un regalo. Una pluma roja para la paloma gris. Un higo maduro para el coatí. Una flor de mburucuyá para la iguana. Y así mil cosas para los mil animales.

-¡Vinieron los Reyes! ¡Vinieron los Reyes!- gritaban todos.

¿Todos? Bueno, todos no. En un rincón, tras de un árbol caído, el sapo dormía sin que los ruidos pudiesen sacarlo de su cansancio. Había andado a saltos toda la noche, y ahora soñaba con Reyes Magos montados en sapos, y hablando en sueños decía:


-Ja, si sabrá de Reyes Magos este sapo.

GUSTAVO ROLDAN

EL CAMINO DE LA HORMIGA

El halcón planeaba haciendo círculos en el cielo. En el enorme claro en medio del monte, las hormigas pasaban en una fila que no tenía comienzo ni fin. Iban marcando un camino que daba extrañas vueltas, giraba para aquí o para allá, y volvía a salir derecho hasta perderse en la distancia.
ant-ganjaEl sapo las miraba pasar, inmóvil. Ya tenía los ojos bizcos de tanto mirar.
-¿Qué está haciendo, don sapo? -preguntó el piojo, extrañado de verlo tan quieto y callado.
-Estudiando amigo piojo, estudiando.
-Solamente lo veo mirar hormigas.
-Eso es lo que estoy estudiando: a las hormigas.
-¿Y no se aburre? Mire que si hay un bicho aburrido es la hormiga. Todas iguales… todas iguales…
-¿Iguales? No crea amigo piojo. Eso es lo que estoy estudiando y descubriendo. Y creáme que vale la pena.
-Es lo último que yo haría en mi vida.
-Está bien, ¿pero alguna vez se dio cuenta de que hay hormigas de ojos chicos, de ojos grandes, de patas cortas, de peinado con raya al medio?
-¡Don sapo, no me diga que no son todas iguales!
-Sí le digo. Hay rubias y morochas, gordas y flacas, altas y petisas… Yo las voy contando y calculo cuántas hay de cada clase. Las que más me interesan son las hormigas cantoras.
-¡Rubias y morochas! ¡Altas y con raya al medio! ¡Jamás me hubiera imaginado! ¿Está seguro, don sapo?
-Tan seguro como que dos y dos son cinco.
-Lo que no me convence es que sean cantoras. Jamás las oí cantar.
-Es que cantan despacito, con voz de hormiga.
-¿Y cantan lindo?
-No me gusta hablar mal de nadie, pero me parece que son un poco desorejadas.
-Con razón cantan despacito -dijo el piojo-. Así nadie protesta.
-Pero además hay un misterio que me tiene preocupado. Nunca pude ver cual es la primera hormiga ni cual la última.
-Cierto, don sapo, uno siempre ve un montón que está pasando.
-¡Ya se juntaron de nuevo para hablar tonteras! -protestó la lechuza-. ¡Hormigas cantoras, hormigas con raya al medio! Nunca había escuchado tantas barbaridades.
-Usted no miró bien, doña lechuza, jamás la vi acercarse a una fila de hormigas.
-¿Se cree que estoy loca? Mire si me voy a bajar de mi tronco para mirar esos bichos. Tengo cosas más importantes para ocupar el tiempo.
-A mí me parece que cualquiera es importante –dijo el sapo-. Lo que pasa es que a usted le gustan los bichos famosos.
-¡Bah!, las hormigas son todas iguales. El que vio a una hormiga ya las vio a todas. Por eso me gusta el oso hormiguero, porque se las come y así no andan molestando.
-¿Molestando? ¿En qué la pueden molestar a usted?

-En que día y noche hacen esos horribles caminitos en el pasto. Lo dejan todo rayado. ¡Así no se puede vivir!
-Yo no cero que todas sean iguales.
-Claro que sí. Son todas iguales, como son iguales todos los piojos y todas las pulgas.
El sapo se quedó callado.
Al piojo se le pusieron los pelos de punta.
El silencio comenzó a molestar.
-¿Sabe doña lechuza? -dijo el sapo-, yo escuché que el puma decía que las lechuzas eran todas iguales.
-¡Está loco este puma! Cada lechuza es una cosa única que no se parece a ninguna otra. ¡Cómo va a decir eso el puma! ¡Este mundo está mal de la cabeza!
Y la lechuza, ofendida hasta más no poder, se fue volando hacia la otra punta del monte.
-Don sapo -preguntó el piojo-, ¿es cierto que el puma dijo eso?
-No, don piojo, nunca lo dijo. Uno se queda sin argumentos ante tanta estupidez y una mentira chiquita sirve para terminar la discusión.
Yo también pensaba como la lechuza, pero por suerte me puse a mirar. Fíjese en ésa, don sapo, esa de ojos marrones y raya al medio, la que va llevando al hoja de mburucuyá. ¡Qué fuerza tiene!
Entonces se oyó un aleteo que hizo temblar las hojas de los árboles y el halcón se posó al lado del sapo y el piojo.
-Amigo halcón, tanto tiempo sin verlo -saludó el sapo-. Me alegra muchísimo que haya venido a visitarnos.
-Vine a contarles una cosa linda.
-No hay nada mejor que las buenas noticias –dijo el piojo.
-Y es algo de este lugar.
-¿Sí? Cuente, cuente, a las buenas noticias no hay que hacerlas esperar.
-Ustedes estaban tan distraídos que no me vieron planeando en círculos desde hace larguísimo rato.

-Estábamos ocupados estudiando a las hormigas dijo el sapo.
-Yo estaba haciendo lo mismo –dijo el halcón.
-¿A usted también le interesan las hormigas? -preguntó el piojo.
-Sí, don piojo. Habrá visto que los halcones siempre hacemos grandes círculos en el cielo, y damos vueltas. ¿Nunca se preguntó porqué?
-No. Únicamente envidio y me muero de ganas de hacer lo mismo.
-A los halcones nos gusta planear dando vueltas sólo para ver el camino de las hormigas.
-Eso estábamos haciendo con don sapo.
-Sí, pero ustedes ven un pedacito. Desde el cielo es un bellísimo dibujo, pero tan grande que desde el suelo no se puede ver. Mirando desde arriba uno se sorprende y no entiende cómo pueden hacerlo ni porque lo hacen.
-¡Ojo de halcón! ¡Cómo me gustaría ver esos dibujos!
-¿Le gustaría don piojo?
-Me pongo loco de sólo pensarlo. ¿Pero cómo hago?
-Ya mismo se va a dar el gusto. Vaya saltando a mi cabeza y nos vamos a dar una vuelta. ¿Y usted, don sapo no quiere volar al lado mío?
-Hoy no, estoy un poco cansado. Mejor sigo mirando con ojo de sapo.

EL halcón, con el piojo prendido a las plumas de su cabeza, remontó vuelo, y el sapo se quedó con las hormigas.
Y ahí están todos.
La lechuza volando bajito y murmurando: “No puede ser, no puede ser. Este mundo está loco”.
En el suelo el sapo diciendo:

-¡Añamembuí! ¡Jamás se me hubiera ocurrido cual era el secreto del vuelo de los halcones!
Y por allá arriba, donde apenas llega el canto de los pájaros, el halcón y el piojo vuelan en círculos, sin cansarse de mirar los dibujos del camino de las hormigas.

 GUSTAVO ROLDAN

Poema de Elsa Bornemann

Ay! ¡Qué disparate!
¡Se mató un tomate!
¿Quieren que les cuente?

Se arrojó en la fuente
sobre la ensalada
recién preparada.

Su vestido rojo,
todo descosido,
cayó haciendo arrugas
al mar de lechugas.

Su amigo el zapallo
corrió como un rayo
pidiendo de urgencia
por una asistencia

Vino el doctor Ajo
y remedios trajo.
Llamó a la carrera
a Sal, la enfermera.

Después de secarlo
quisieron salvarlo,
pero no hubo caso:
¡estaba en pedazos!

Preparó el entierro
la agencia “Los Puerros”.
y fue mucha gente...
¿quieren que les cuente?

Llegó muy doliente
Papa, el presidente
del club de Verduras,
para dar lectura
de un “verso al tomate”
(otro disparate)
mientras, de perfil
el gran perejil
hablaba bajito
con un rabanito.

También el laurel
(de luna de miel
con doña nabiza)
regresó de prisa
en su nuevo yate
por ver al tomate.

Acaba la historia:
ocho zanahorias
y un alcaucil viejo
forman el cortejo
con diez berenjenas
de verdes melenas
sobre una carroza
bordada de rosas.

Choclos musiqueros
con negros sombreros
tocaban violines,
quenas y flautines,
y dos ajíes sordos
y espárragos gordos
con negras camisas
cantaron la misa.

El diario “ESPINACA”
la noticia saca.
HOY, QUÉ DISPARATE!
¡SE MATÓ UN TOMATE!

Al leer, la cebolla
llora en su olla.
Una remolacha
se puso borracha.
—¡Me importa un comino!
—dijo don Pepino...
y no habló la acelga

(estaba de huelga).